Cuando una persona ha significado mucho en nuestras vidas, para bien o para mal, no debemos encerrarla en el olvido, porque el olvido tiene una puerta que se abre cuando menos lo esperamos, y nos lanza los recuerdos como caballos salvajes que nos patean el alma.
Aprendamos a domar el recuerdo; los recuerdos domados no lastiman.