Sabido es que las células pueden «captar» nuestros pensamientos. Por eso las enfermedades, los dolores, las heridas, el malestar… son síntomas de que dentro de nuestro cuerpo algo negativo está pasando: un diálogo mental inarmónico, baja autoestima, viejos rencores, desesperanza, falta de motivación, poca conexión a lo espiritual, una pena en el alma que abruma (no está por demás decir que, en el hombre «espíritu» y «alma» coinciden como una sola realidad), etc.
De ahí que debemos intentar practicar a diario (y a conciencia) el autoconocimiento, pensar en positivo, hablar en positivo, la oración y la meditación para conectar con Dios (rezar u orar, como sea que se haga, agrada a Dios), la gratitud, vivir el aquí y el ahora… En definitiva, emprender un proceso de cambio a nivel mental, emocional y espiritual en busca del tan ansiado bienestar.
