RECIBES LO QUE DAS
Por años viví creyéndome exclusiva porque no me gustaba compartir con extraños, solo me sentía a gusto con las mismas personas de siempre… Y en realidad tampoco estaba a gusto. Tenía un fastidio por todo, nada me satisfacía, me ofendía por todo y todo lo tomaba a mal. En resumen, la vida era mi enemiga.
Solo unos años más tarde pude comprender que si todo me resultaba chocante pues era porque la que iba al choque era yo.
Me preguntaba porque recibía tan mala cara de la vida, hasta que me vi al espejo y vi que la mala cara de la vida era la misma mala cara que tenía yo. Fue chocante, al principio no lo quería aceptar, debía tratarse de un error, «yo soy buena, hago lo que me dicen, me aguanto lo que quiero por lo que debo hacer» me decía «no puedo ser la responsable, la culpa es de fulano, zutano, mengano»
Darte cuenta que te has saboteado toda tu vida no es lindo, darte cuenta que tienes la responsabilidad de cambiarlo todo, asusta. Es más fácil dejarle esa tarea a otros y si no encuentras a quien echarle la culpa pues siempre está Dios para responsabilizarlo «es su plan divino» «en el paraiso seré feliz» «solo los pobres alcanzarán el cielo» ¡pamplinas!
Cambié mi cara y el espejo me mostró caras amables, cambié mi actitud hacia los demás y los demás cambiaron su actitud conmigo, empecé a dar lo que quería recibir y todo llegó.
Quería paz, fui paz a cada paso.
Quería amor, fui amor a donde iba.
Quería comodidad, me sentí cómoda a donde llegaba.
Quería ser escuchada, escuché sin juzgar.
En ese intervalo también fui guerra, miedo y fastidio pero era consciente que lo sentía y que era un recuerdo de mi anterior mente, solo un recuerdo y como tal desaparece cuando estoy presente
