DIOS, EL GRAN ALFARERO…
Dejémonos moldear por Dios. Dejémonos moldear por el gran alfarero, seamos como el barro en sus manos. Y para ello, procuremos siempre afirmar verbal y mentalmente tantas veces como podamos: «La voluntad de Dios se realiza ahora en mi espíritu, en mi cuerpo, en mi hogar y en todos mis asuntos.»