CADA MAÑANA…
Con cada amanecer, al despertar, busco razones que me impulsen a continuar.
Motivos suficientes que me hagan sonreír, aún cuando en ocasiones a mí alrededor parezca que todo anda mal.
Confiar en que con la esperanza de mi lado algunas cosas cambiarán o por lo menos mejorarán.
Decirle adiós a la angustia y el pesimismo.
Gritarle fuerte: ¡AQUÍ NO VAS A ENTRAR, NO TE CONVIENE!
¡No eres invitada tristeza a tratar de arrebatarme la felicidad!
¡Aquí si que no hay cabida solo para las cosas que vienen junto con el amor!
Decidí que con cada amanecer encomendaría mi vida a Dios porque si él está conmigo de alguna manera
encontraré las fuerzas para no rendirme y caminar siempre adelante.
Y que esto a su vez produciría en mí el forjar caminos que motiven a otros a no dejarse llevar por la corriente ni rendirse.
Cada día, recordar y tener bien presente que aunque amanezca nublado el sol siempre vuelve a brillar y que la oscuridad nunca es total.
Que si algo que no esperaba llegó a mi vida para desordenarla o producir confusión,
Dios me ayudaría a volver a ordenar todo y alejar la confusión de mí.
Cada día es una oportunidad nueva en que yo puedo procurar ser mejor que ayer.
Y cuando veo este nuevo día y pienso en el presente trato de aprovecharlo de la mejor manera posible,
para que luego no haya cargos de conciencia por las cosas que no hice debiéndolas hacer, o por las cosas que si hice y no debí de hacer.
Y tú, ¿qué harás en este nuevo día?
¿Cómo decidirás afrontarlo y verlo?
De cómo quieras verlo y afrontarlo dependerán muchas cosas.