Un sacerdote había ido a visitar un convento francés en el que se atendían las necesidades de numerosos niños. Sumamente desconsolada, una religiosa le dijo:
—No tenemos nada con lo que dar de comer a los niños. Tendrán que regresar a sus casas con el estómago vacío. No nos queda más que una moneda de cinco francos.
—Démela –dijo el sacerdote.
La religiosa se la entregó y él la tiró por la ventana.
—Ahora, confiad plenamente en Dios –le ordenó aquel.
Pasados unos minutos, llegaron unos amigos con numerosos donativos, tanto en especies como en dinero.