Obras son amores, y no buenas razones

 “Obras son amores, y no buenas razones” u “Obras son amores, que no buenas razones” significa que el amor verdadero se expresa con acciones y no apenas con palabras, por bien fundadas que estén.

Frente al discurso cargado de promesas, así como de palabras halagüeñas y lisonjeras, este refrán propone observar la claridad y veracidad de las acciones (obras) concretas, solidarias, oportunas y desinteresadas como prueba de amor. Así, el refrán denuncia también la hipocresía.

El dicho puede usarse como una exhortación a la coherencia entre las palabras y los actos. También puede usarse para poner en evidencia la hipocresía de quienes hablan, pero no se comprometen.

Son las obras concretas la únicas capaces de dar testimonio fehaciente del amor, sea que este amor se exprese verbalmente o no. Por ello, el refrán invita a mirar más allá del discurso para dirigir la atención a las acciones de las personas, que muchas veces pasan desapercibidas.

En este sentido, el refrán se asemeja a la frase del Nuevo Testamento que reza “Por los frutos los conocerán”. Esta frase, atribuida a Jesús, tiene por contexto una metáfora entre la vida espiritual y el mundo vegetal. Son los frutos los que permiten reconocer el árbol.

De la misma forma, son los “frutos” que resultan de las acciones humanas, no simplemente las palabras, los que permiten distinguir entre un verdadero o un falso profeta.

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