La paz de conciencia es el ingrediente vital para que tengas paz mental. Sin paz de conciencia no puedes tener la verdadera paz mental. La paz de conciencia se relaciona con tu ser interior y es controlada por lo que haces. La paz de conciencia sólo se recibe de Dios mediante una vida recta y obediente; de otro modo, no podría existir. Por otro lado, la paz mental muchas veces se ve afectada por fuerzas externas como la preocupación por un hijo rebelde, los problemas económicos, las ofensas, ya sean reales o imaginarias, las condiciones en deterioro del mundo o el tener mucho que hacer pero tiempo insuficiente para hacerlo. La intranquilidad mental es temporal y transitoria. La paz mental se restaura al resolverse los problemas externos que la perturban. No sucede lo mismo con una conciencia atribulada, porque ella es un recordatorio constante y siempre presente de la necesidad de enmendar errores pasados, de aclarar una ofensa o de arrepentirse de una transgresión. Es verdad, se puede acallar una conciencia inquieta en forma temporaria al estimular físicamente la mente y el cuerpo cediendo a la tentación del alcohol, de las drogas, de la pornografía y de cosas peores. Todo ello al precio de una necesidad cada vez mayor y de un esfuerzo inútil de calmar la conciencia afligida, y corriendo el riesgo de caer en adicciones implacables. Existe una forma mejor de restaurar la paz de conciencia.
