El principio de todo es aceptar la realidad , tal como es. La vida fluye permanentemente y en su discurrir nos deja un sinnúmero de experiencias que constituyen nuestro conocimiento. Este conocimiento se refiere a nosotros mismos, a otros y a todo cuanto nos rodea. Las experiencias pueden ser estimulantes, divertidas y trascendentales y esto otorga un plus de sabiduría a nuestra existencia.
También hay experiencias dolorosas, porque desde el principio la vida también está hecha de carencias, frustraciones e imposibles. Cuando esto no se logra asumir, despierta en nosotros temores, desconfianza y pesimismo. De hecho, terminamos culpándonos. Así, si llegamos a eso, es indispensable encontrar la manera de reconciliarnos con nosotros mismos.
El principio de todo: mirarnos al espejo
Es probable que cuando nos ubiquemos frente al espejo no nos guste lo que vemos o la menos una parte. Puede que tengamos tendencia a criticarnos severamente y de forma negativa.
Muchas veces ni siquiera nos miramos, sino que nos comparamos con un ideal mental. Por eso es importante aprender a observarnos con cuidado y, por qué no, cariño. En principio, una buena idea es conocer y reconocer esa imagen física. Es única en el mundo y no se puede comparar.
