Para valorar la felicidad debemos conocer también la desdicha y la tristeza. Las dificultades son parte del camino para aprender a desarrollarnos y superarnos día a día.
Las dificultades forman parte de la vida. Son parte de esa coraza que nos hace fuertes, ese tendón psíquico que ejercita la resiliencia y nos hace mucho más aptos ante los vaivenes del día a día. Saber sobrellevar los imprevistos, la adversidad y los clásicos altibajos del destino no conferirá excepcionales estrategias para ganar en madurez y sabiduría.
En nuestra búsqueda de la felicidad a veces surgen contratiempos inesperados, es algo que tenemos claro. No obstante, lo creamos o no, estamos preparados para hacer frente a muchos tipos de complejidades. Nuestro cerebro es resistente, y nuestro tejido emocional puede ser ese aliado con el cual hallar energía en momentos de flaqueza.
Viktor Frankl, padre de la logoterapia, neurólogo, psiquiatra y superviviente de los campos de concentración de Auschwitz y Dachau, nos recuerda en sus trabajos, que es en las dificultades donde encontramos el sentido de la vida. Saber gestionarlas con adecuados recursos y enfoques mentales nos permitirá dar forma a una existencia más digna, y en consecuencia, feliz.
