El orgullo es la más grande distancia.

Cuando el orgullo se apodera de nosotros el daño es directamente hacia nosotros mismos: atar al corazón y al cuerpo para que no haga lo que desea por un sentimiento de soberbia puede comernos por dentro poco a poco. El orgullo entonces es ridículo, porque solo afirma la distancia ya existente, porque aleja y rompe.

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