Las palabras no se las lleva el viento.

Las palabras no se las lleva el viento porque tú te las quedas, las memorizas, las guardas, las sientes, las padeces y las palabras si se van vuelven, es decir, no es que sean un búmeran pero las palabras siempre están, aguantan viento y marea, las inclemencias del tiempo. Tienen un poder maravillos0 y las palabras se las puede llevar el viento si uno quiere que se las lleve.

Es verdad que nuestra memoria comete fallos, pero de ahí a decir que no existe hay un largo camino. Un sendero que no está exento de importancia y que a veces es terreno fértil para aquellos que se quieren quitar de encima los compromisos que han adquirido con las palabras.

Gracias a estos oportunistas se ha popularizado la expresión de que “las palabras se las lleva en viento». Esta metáfora, en el fondo, lo que dice es que aquello que se enuncia y no se escribe y se firma tiene un peso menor al de una hoja caduca y amarillenta, de las que caen de los árboles en otoño.

Hay otro tipo de palabras que difícilmente se lleva el viento de nuestra memoria, aquellas que nos han dicho personas que apreciamos y que nos hicieron daño. Puede que entendamos que las dijeron en un momento de frustración y que después hayamos comprendido que no las sentían, pero no es tan fácil borrarlas de la memoria como el viento puede llevarse a la hoja que cae lentamente del árbol.

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