Casi todas las cosas que nos preocupan no ocurrirán jamás.

 “El 90% de las cosas que nos preocupan jamás suceden y, sin embargo, esos pensamientos tienen un impacto directo en nuestra salud”

Algunas personas viven instaladas en la habitación de la preocupación. Imaginan el futuro como un gran campo lleno de minas, de peligros, y esa actitud les impide vivir tranquilos. Temen que un carrusel de desgracias se precipite de un momento a otro sobre ellos.

Estas personas están seguras de que su hijo suspenderá el examen de la semana que viene. Creen que les va a dar un infarto en cuanto sienten un pinchazo en el pecho. Se asustan pensando que tienen cáncer si les aparece una verruga. Tienen el temor de que su hija vaya a sufrir un accidente cada vez que coge el coche, etc.

En definitiva, algunas personas pasan la vida sufriendo por cosas que nunca llegan a ocurrir. Así, evitan experiencias que incluso podrían llegar a ser positivas por miedo a los posibles peligros y disgustos que puedan acarrear. Su preocupación patológica hace que esperen y sufran por catástrofes que nunca se harán realidad.

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