En las relaciones a veces no tenemos claro nuestro papel frente a la otra persona y muchas veces nos sentimos responsables de cómo la persona que nos importa, que queremos o que apreciamos, se siente. Nunca, nunca somos responsables de lo que la otra persona elige sentir, y es bueno tenerlo bien claro porque si no lo estamos, entonces entramos en el juego de la culpa.
No podemos hacernos responsables de la manera como el otro se siente porque existe el libre albedrío, y la persona libremente elige como desea sentirse ante una gama de posibilidades y esa es su elección. Por lo tanto podemos querer ayudar, por cariño, por amor, por empatía o compasión pero por eso no nos tenemos que sentir mal de cómo el otro elige sentirse o vivir sus experiencias.
